Ahora que Usain Bolt ha roto todos los registros y todos los buenos usos del sentido común aplicados al atletismo, muchos vuelven a recordar a Jesse Owens, el primer gran velocista de la historia que desafió al mismísimo Adolf Hitler cuando trataba de inculcarle al mundo su ideología totalitaria.
Corría el año 1936 y los Juegos Olímpicos se celebraban en Berlín, donde Adolf Hitler trataba de dar al mundo la imagen de una renaciente Alemania nazi. Qué mejor escaparate para demostrar la supuesta superioridad de la raza aria que caracterizadaba a este regimen totalitario que la creme de la creme del deporte: el atletismo.
Lo que no iba a saber Adolf Hitler es que un joven negro de Alabama, Estados Unidos, iba a darle muchos quebraderos de cabeza en su propia casa e iba a demostrar que el pueblo negro no era, ni mucho menos, una raza inferior.
El antílope de ébano, que se le iría conociendo gracias a su fama inalcanzable, ganó cuatro medallas de oro. Precisamente, tres vinieron de las disciplinas en las que compite Usain Bolt: 100 metros lisos, 200 metros lisos y 4×100 metros lisos, y la última, en salto de longitud.
A partir de aquí, la historia es difusa y hay quien afirma que Adolt Hitler rehusó saludar al gran triunfador de los Juegos Olímpicos. También se dice que no tenía obligación de saludar a nadie y que sólo lo hizo con los dos primeros vencedores de los Juegos. El propio Jesse Owens dijo que recibió una carta del Gobierno alemán felicitándole por sus logros, cosa que no recibió de Franklin D. Roosevelt, presidente de su patria Estados Unidos, que no le invitó a la Casa Blanca, en una época en el que los derechos de la sociedad negra estaban muy por debajo de los blancos.
Pero, sin duda, lo que demostró Jesse Owens en esos Juegos Olímpicos es que ninguna raza es superior a otra. Y, no se puede negar, Adolf Hitler fue por primera vez desafiado en su propia casa. En sus propios Juegos Olímpicos.
Originally posted 2009-08-22 18:39:36.